2007/01/28

> Eleberriak: Jesus in love > KITTREDGE CHERRY, LESBIANA CRISTANA, PUBLICA UNA NOVELA CON UN JESUS BISEXUAL

  • Una «cristiana lesbiana» publica una novela con un Jesús bisexual
  • Protestante Digital, 2007-01-28

Una novela provocadora ha sido publicada en inglés por la casa editorial AndroGyne Press. Ha sido escrita por una «lesbiana cristiana» que indica que ha encontrado a Cristo en las profundidades de su corazón. Esta novela ha causado un amargo impacto entre los cristianos americanos.



Kittredge Cherry dice que se hizo cristiana durante los estudios con una beca de periodismo en Japón. Fue allí donde según sus palabras «sentí que Dios me había alcanzado tal y como soy, esto es lesbiana».


"Tan pronto como comprendí que Dios existía supe que Dios aceptaba mi homosexualidad puesto que de si no fuese así no me hubiese molestado" escribe Cherry en su libro.


En la ficción Cherry habla de la sexualidad de Cristo y describe las relaciones de Jesús con Juan, el discípulo amado, Maria Magdalena y el Espíritu Santo a quien califica de multigénero.


"He escrito acerca de un Jesús sexual porque los humanos son sexuales, y le he puesto como bisexual-trasgénero porque no quiero limitar la sexualidad de Jesús a un sólo aspecto" acota Cherry. Además añade que "Mientras escribía la novela el mismo Cristo me revelaba su compasión. No es una novela de hechos históricos sino una de verdades espirituales", asegura la escritora.


Un poco más adelante habla que el "Cristo queer" es un signo de esperanza en medio de la guerra entre cristianos y gays puesto que Jesús representa a todos incluyendo los "sexualmente marginados".


Esta novela ha sido considerada como blasfema por la mayoría de los cristianos, que ven este libro un paso más de la agenda gay para infiltrarse y distorsionar la ética cristiana tal como se presenta en las Escrituras.

2007/01/27

> Kritika: Luis Antonio de Villena > JUAN ANTONIO GONZALEZ IGLESIAS: ENTRE EL GIMNASIO Y LA BIBLIOTECA

  • Poetas de perfil
  • Entre el gimnasio y la biblioteca
  • El País, 2007-01-27 # Luis Antonio de Villena

Lo primero (creo yo) que habrá de llamar la atención de quien no lo conozca es algo así como una radiante, casi infantil timidez. Porque este culto profesor de latín de la Universidad de Salamanca ("Quod natura non dat, Salmantica non praestat") tiene aún no poco de niño escondido: el mozo griego, también, si la antigua Grecia fue la juventud de Europa. Después, uno irá notando al hombre firme en sus convicciones, valiente, al que naturalmente preocupa mucho más la verdad que la moda. Hoy, a sus 42 años cumplidos, Juan Antonio González Iglesias es para mí uno de los tres mejores poetas nuevos de España. Ya he dicho otras veces que hoy pocos poetas menores de 40 años (y probablemente haya sido así a menudo) logran libros con voz propia. Bien hechos, muchos. Con "voz" -con ese singular sello del arte propio- apenas. González Iglesias alcanzó esa voz ya en su segundo libro “Esto es mi cuerpo” (Visor), de 1997. Ahora, el cuarto (reciente Premio Loewe) la confirma: “Eros es más”. Sin duda.


Salmantino antiguo, pindárico moderno, amante de la flexibilidad, como cuerpo y energía, este refinado filólogo es un absoluto moderno. Pero también (y quizá por lo mismo) un claro disidente. San Agustín dejó dicho que es beneficioso que existan herejes: "Oportet haereses esse". Homosexual convencido del mejor y más cultivado "eros socrático", González Iglesias está en contra de las bodas gays, que desnaturalizan el amor masculino. Tolerante y ardiente amante de la libertad, crítico con la rancia jerarquía de la Iglesia romana, Juan Antonio se siente cristiano. Quizás heterodoxo. Por ello, los "progres" lo situarán como conservador, y los "carcas" -usemos dos sustantivos gastados- como progresista nato. Y algo hay de verdad, pues González Iglesias es -profundamente- un conservador en el progreso. Igual su límpida, honda, clara, cinceladísima poesía. Nutrida de tradición y cultura (y por eso también de sentido de la excelencia) está completamente abierta a la vida de ahora mismo. Nada de rancio hay en ella, todo lo contrario. Como siempre, su buen culturalismo sólo puede ser, sólo es, una decidida apuesta por la vida a puertas abiertas, por la vida en que la libertad individual relumbre en la justicia colectiva. A veces uno lo ve como un romano de la República (sin llegar a Catón), pero sobre todo como un estoico: entre Adriano y Marco Aurelio, tal el autor (ya convinimos en Andrés Fernández de Andrada) de la “Epístola moral a Fabi”o, esa joya de nuestra literatura aurisecular. Hombre de tiempo lento, de mucho sosiego (a veces un algo sabio distraído, a qué no decirlo), González Iglesias otras veces -diría yo que cuando más le importa- es todo energía y actividad, como sus admirados atletas. Vital, muy capaz de esfuerzo, nunca desfalleciente. Eso sí, para volver al silencio y a la pausa casi claustral, que trae a la mente a monjes medievales y también (en otra animología cultural) a los irónicos zenistas. Romano taoísta, Juan Antonio nos mira con simpatía y distancia a los desordenados greco-sirios, tan decadentes. Él es lo contrario a la decadencia: un brindis por la aún hacedera juventud de un mundo distinto, renovado, y de una España plural que no tenga miedo a su viejo nombre. Su vigorosa y delicada poesía -crisantemo y acero- es lo mismo. Ha traducido espléndidamente a Catulo, pero yo diría que él es más horaciano que catuliano. Un senequista, sin las avaricias y desórdenes del Séneca histórico. Pero sobre todo, Juan Antonio es un moderno que va al gimnasio y come "sushi", y que sólo aspira a vivir -en poeta- la modernidad en la tradición. Un cultivador de lo bello, mejor que esteta. Y un ser alegre, porque a los limpios de corazón (que hablan de sexo y practican sexo) les es dada, siempre como un don, la alegría. La inocencia del sabio. La lenta virtud del enamorado de los libros y de los cuerpos hermosos. La Epístola de nuevo: "Un ángulo me basta entre mis lares, / un libro y un amigo, un sueño breve, /que no perturben deudas ni pesares". Máximo delirio del catolicismo (ojalá sea verdad) "los cuerpos gloriosos". Todos volveremos un día a la plenitud de nuestro cuerpo celeste, perfeccionado, y el gozo será el placer puro de quienes sólo en el amor viven, también físico. Pablo García Baena y Vicente Núñez, maestros de Juan Antonio (y a quienes también quiero y admiro) han soñado con estas sutiles cosas. ¿He hablado de un hombre? Mejor he hablado -y todo el rato- de su poesía. Fina, templada, sobria, castellana, latina, suya: el inicio del siglo XXI. Un defecto: es tan personal que -me temo- no podrá tener discípulos. La sobriedad del lujo.

2007/01/21

> Saiakera: GAYS Y LESBIANAS. VIDA Y CULTURA > HISTORIA DE UNA IDENTIDAD

  • Historia de una identidad
  • Varios historiadores abordan la evolución de la cultura gay y lesbiana, así como su consideración religiosa y social a lo largo del tiempo
  • La Voz Digital, 2007-01-21 # Gerardo Elorriaga

Se les llamó sodomitas y también dijeron de ellos que practicaban el amor griego, les tacharon de invertidos y recibieron la extraña denominación de uronianos. Fueron expresiones, a menudo despectivas, que se aplicaron a aquellos hombres y mujeres que mantuvieron relaciones eróticas con individuos de su mismo sexo. “Gays y lesbianas. Vida y cultura” (Nerea) aborda la repercusión pública de dicha forma de amar a lo largo de la Historia, las manifestaciones creativas vinculadas a un específico tipo de deseo y también su conflictiva relación con el poder. Esta obra, dirigida por el historiador australiano Robert Aldrich, incluye 14 ensayos de otros tantos autores. Los análisis apuntan criterios cronológicos y la diferente repercusión en áreas geográficas, pero también la relación del fenómeno con los grandes hitos humanos.


Más allá de connotaciones peyorativas y otros juicios, la terminología empleada expresa la diversa interpretación experimentada a través de los siglos y que este libro de afán enciclopédico analiza en profundidad, desde la perspectiva social, política y estética.


La exposición parte de la Antigüedad grecorromana, una época en la que las prácticas sexuales no se hallaban socialmente penalizadas, incluso algunas tan polémicas como la pederastia, ya que se relacionaban, a menudo, con procesos de aprendizaje vital y conocimiento. Además de la amistad de Alejandro Magno y Bagoas o la mítica de Zeus y Ganímedes, el Banquete de Platón testimonia esa reflexión desprejuiciada sobre el Eros y la Iliada de Homero habla de la especial amistad entre Aquiles y Patroclo durante la guerra de Troya.


Aunque las expresiones artísticas suelen remitir a un ámbito exclusivamente viril, los poemas de Safo también contemplan el amor entre mujeres y Lesbos, la isla de la que proviene la poetisa, le ha dado nombre universal.


En la antigüedad
La visión idílica de Atenas y Roma como espacios de libertad perdura en el tiempo hasta convertirse en paradigma para quienes aspiran a superar el estigma de la diferencia y las frecuentes situaciones de opresión. Por contra, la expansión en el Medioevo de las religiones monoteístas, tanto el cristianismo como el Islam, está asociada a la persecución de la disensión en la fe y el gusto sexual, con el empleo de la tortura y a la ejecución como pena habitual.



El Renacimiento alentará corrientes de pensamiento como el neoplatonismo y filósofos como Erasmo de Rotterdam, que exaltan los sentimientos entre amigos, siquiera en el reducido ámbito de los círculos intelectuales. Estas minorías escaparán al castigo de la sodomía, el crimen nefando que remite a la ciudad bíblica. A partir de ese período, la representación plástica también recurre a mitos paganos o iconos cristianos, como el sacrificio de San Sebastián, para plasmar imágenes de intenso erotismo.



A pesar de su hálito renovador, la Ilustración no es ajena a los prejuicios, sólidamente establecidos en una opinión pública que asociaba esta orientación con comportamientos pervertidos, considerados contrarios a la moral pública y la conservación de la especie.



El pensador alemán Emmanuel Kant aseguraba que «deshonraban a la Humanidad». Sin embargo, la obra recalca que la proliferación y creciente visibilidad de las subculturas homosexuales en el siglo XVIII atrae la atención de la ciencia y se convierte, un siglo después, en una presencia ineludible en el ámbito urbano, dotada con lugares y códigos propios, a pesar de concitar el espanto burgués.



La creencia en la naturaleza casta o asexual de la mujer, su reclusión doméstica o la marginación de la relación entre ellas, evitaron las mayores persecuciones. Las referencias al amor imposible o pecado silencioso atestigua su escasa o irrelevante consideración para los guardianes de la ética.



Tiempo de cambios
Los cambios que anteceden la realidad contemporánea se inician a finales del siglo XIX. La investigación médica, las primeras movilizaciones y la demanda de revisión de las leyes coinciden en el tiempo. En una carta al ministro prusiano de Justicia, el escritor húngaro Karoly Maria Kertbeny solicita la despenalización de los actos antinaturales y utiliza, por primera vez, el neologismo homosexualidad.



El debate llega a primer plano con el juicio de Oscar Wilde por su relación con lord Alfred Douglas. Si bien su condena atestiguó la consideración como vicio y delito, también alentó iniciativas a favor de su despenalización como el movimiento impulsado por el alemán Magnus Hirschfeld. Su vindicación se apoyaba en el aporte documental y una intensa labor educativa que contó con el apoyo de Thomas Mann, Zola, Tolstoi, André Gide o Isherwood.



En el período de entreguerras, el clima de laissez faire de París y, sobre todo, de la bulliciosa Berlín, permite el apogeo de clubes donde se relacionaban homosexuales y travestidos, lugares de moda que permitían encuentros de muy diferentes orígenes. En ese ambiente surge una literatura específica que critica la educación puritana y la represión, y preconiza el amor por encima de las convenciones y las clases sociales. Es el germen de novelas como la emblemática Maurice, de E. M. Forster. También se producen las primeras películas que abordan la temática homoerótica, como Diferente de los demás (1919) o Chicas de uniforme (1931). La identidad lesbiana también se beneficia de la aparición de sus propios cenáculos, algunos tan prestigiosos como los que frecuentan las escritoras Romaine Brooks, Gertrude Stein, Djuna Barnes o Tamara de Lempicka. Pero el nazismo puso el contrapunto trágico a esa libertad. Unos 15.000 prisioneros portaron la ignominiosa estrella rosa que los convertía en parias entre los encarcelados en los campos de exterminio. Curiosamente, el comunismo ruso, que había despenalizado su conducta, volvió a reprimirla alegando cierto origen fascista.



Tras la Segunda Guerra Mundial y hasta la actualidad, el activismo gay ha seguido un recorrido similar al de otros movimientos sociales que demandaban cambios en la legislación penal y civil para derogar toda norma discriminatoria. La tradición de los círculos de amigos se mantuvo con citas como la protagonizada en Tánger por Paul Bowles y varios representantes de la generación beat, seducidos por el encanto de lo exótico, de la periferia de Occidente. La asunción de sus objetivos por los partidos políticos más progresistas en el ámbito occidental ha propiciado algunos hitos tan recientes como la promulgación de leyes de matrimonio.



Paralelamente, la subcultura gay ha sido asimilada por el mainstream institucional y comercial, y sus aportaciones, caso de las obras plásticas de Gilbert&George o Pierre et Gilles, se han convertido en iconos del homoerotismo, desprovistos de de su aliento subversivo. A mediados de los 80, llegó la pandemia del sida y, una vez más, los homosexuales han debido enfrentarse a un nuevo azote, el derivado de la intolerancia religiosa y social.

2007/01/20

> Kritika: 20 PENSADORAS DEL SIGLO XX > MISTICA Y REALIDAD FEMENINA

  • Mística y realidad femenina
  • El País, 2007-01-20 # Isidoro Reguera
  • 20 PENSADORAS DEL SIGLO XX. TOMO I # Edición de M. J. Guerra y A. Hardisson # Ediciones Nobel. Oviedo, 2006 # 200 páginas. 14 euros

Diez mujeres, expertas filósofas, dedicadas profesionalmente a la filosofía en el ámbito académico, escriben sobre diez mujeres excepcionales del siglo XX (en un segundo tomo se doblará el asunto). Sus estudios son la elaboración de conferencias que dieron en el Ateneo de La Laguna, institución con una trayectoria cultural interesantísima en estos últimos años que han abocado en el de su centenario. El hecho de que las autoras se inserten en mayor o menor grado dentro de la comunidad filosófica feminista, y de que en la mayoría de los diez capítulos, no todos, la cuestión feminista sea el objeto primordial de indagación en torno a una pensadora (sea porque el objeto de su pensar haya sido fundamentalmente ése, o porque, aunque no lo haya sido, se la intente confrontar con él), añade interés al libro.


La militancia feminista apenas se deja notar a ráfagas escolásticas en algún capítulo. Prima una profunda convicción en ese sentido, que mentes serenas quieren y consiguen desplegar, comunicar, objetivamente, con un pathos añadido que eleva el texto por encima de la exangüinidad académica. El lector que quiera introducirse en la figura y pensamiento de estas diez pensadoras puede estar seguro de que no va a perder el tiempo con este libro, porque, tras la fácil lectura de sus doscientas páginas escasas, acabará con una idea clara y distinta de cada una de esas mujeres y del derrotero histórico que en el siglo XX les tocó vivir a ellas y, con ellas y por ellas, a una de las grandes cuestiones mucho más que teóricas de nuestro tiempo.


Un abanico espléndido. Lou Salomé, mujer fatal, promiscua, hombreriega, una gran "pensadora oral". La tremenda Emma Goldmann, la Roja, anarquista, para quien el amor libre y el control de natalidad liberaban más a la mujer que otras pamplinas como el sufragio: tan inútil en mujeres como en hombres, porque lo único que hace es reforzar siempre la omnipotencia de los mismos. Rosa Luxemburgo, la mártir comunista, que parece que siempre tuvo en la cabeza la liberación de un universal proletario más que la de la particularidad femenina, que dejaba en manos de la imperiosidad del fatum revolucionario. Alexandra Kollontai, por el contrario, se enfrentó al aparato del partido comunista ruso, al que pertenecía, porque pensaba que la liberación femenina contribuiría al triunfo de la revolución, del que no era sólo una secuela necesaria; proporcionó a la desinhibición sexual una dimensión política, aunque su erotismo emancipatorio fuera cercenado por las medidas familiar-conservadoras de Stalin. Elvira López, en otra onda, parte de una constatación sorprendente: el universal kantiano no se aplica a las mujeres; una exclusión tan ilegítima como absurda, desde luego.


El morbo retórico-feminista de Virginia Woolf: entre androginia conceptual y práctica bisexual, la mujer ha de vivir en la ambigüedad e indeterminación (de un tercer sexo intermedio) a fin de poder existir como entidad propia. Las grandes -quizá las más grandes- pensadoras Hannah Arendt y María Zambrano, para quienes parece que el feminismo no fue tema. Simone de Beauvoir, la autora del más importante ensayo feminista del siglo XX, El segundo sexo (1949), que se plegó, sin embargo, al sistema masculino de exclusión de las mujeres del saber, y a quien habría que reivindicar a pesar suyo en este sentido. El feminismo no airado de Betty Friedan, la feminista quizá más famosa e influyente, que no gusta, sin embargo, a todas, debido a su supuesto camaleonismo estratégico, a su pretendida debilidad teórica, inherente al loable empeño de acercarse también a las amas de casa; debido, sobre todo, a que su inclusión de los hombres en la prisión de la mística femenina resta toda importancia al tema del patriarcado y sus privilegios, sin el que no sería posible entender nada.


¿Hay mucho que entender, o que pensar, todavía en las sociedades libres para que la mujer se libere? (Emma la Roja hablaba de la emancipación de la emancipación). ¿Hay que ser feminista para ser pensadora? ¿Hay que ser todavía feminista para ser una mujer liberada? (Este libro supone una aventura de consciencia muy interesante).


Diez profesoras escriben sobre intelectuales que marcaron la historia del siglo XX desde el punto de vista de las mujeres, como Rosa Luxemburgo, Emma Goldmann, Alexandra Kollontai, Virginia Woolf, Hannah Arendt, María Zambrano o Simone de Beauvoir.

2007/01/17

> Elkarrizketa: JACKIE COLLINS > "ME SORPRENDE LA TOLERANCIA DE LOS VASCOS ANTE LA SEXUALIDAD"

  • Entrevista: Jackie Collins
  • "Me sorprende la tolerancia de los vascos ante la sexualidad"
  • El País, País Vasco arg., 2007-01-17 # T. G. Crespo · Vitoria

El novelista, abogado y Síndico (defensor del Vecino) de Vitoria, Javier Otaola, y la profesora de la Universidad de Northumbria (Gran Bretaña) Jackie Collins califican su relación como serendipity (un "feliz encuentro"). Un encuentro que se estableció a partir de la novela "Brocheta de carne", de Otaola, protagonizada por una agente de la Ertzaintza lesbiana. Collins (Oldham, Gran Bretaña, 1964) se ha centrado en el estudio de la novela policiaca anglosajona y la literatura lésbica española, lo que propició el contacto. Collins intervino la semana pasada en Vitoria en una jornada sobre literatura y lesbianismo.


P. ¿Cómo llegó a sus manos "Brocheta de carne"?
R. Participo en un grupo de trabajo con académicos del ámbito anglosajón sobre la novela policiaca. Uno de mis colegas, australiano, de viaje en Barcelona, encontró la obra en una librería y me la envió. Me dijo: "La novela no tiene nada que ver con la portada [una fotografía de las nalgas de una mujer vestida de lencería con el escudo de la Ertzaintza]; te gustará".


P. Parece que le ha interesado, ya que ha escrito un largo comentario crítico sobre la novela.
R. Creo que es una obra atípica. Es muy rara la literatura lésbica en español, y mucho más si está escrita por un hombre, pero lo que más me atrajo es que la protagonista, una policía lesbiana, no muere ni cae en desgracia, final habitual en esta narrativa. Sin olvidar que cuenta con el respeto de sus compañeros, que valoran su profesionalidad por encima de todo. Lo habitual en cualquier relato policiaco protagonizado por mujeres, independientemente de su opción sexual, pasa por una defensa de su capacidad laboral en todo momento.


P. ¿Cómo es el tratamiento de la realidad lésbica en la novela?
R. Evidentemente, los sentimientos están bien expresados, en el sentido de que el amor, el odio, el sufrimiento, la ira o la compasión son iguales para todos los seres humanos, pero sí me ha sorprendido la normalidad con la que la sociedad vasca asume esas sexualidades marginales. Parece que es más tolerante que lo que abunda el tópico. Lo que me parece verosímil, desde el momento en que, por ejemplo, el ararteko es gay o el alcalde de Vitoria es uno de los pocos dirigentes del PP que ha asumido el matrimonio homosexual.


P. ¿Y en cuanto al respeto del canon de la novela policiaca?
R. Otaola asume alguno de los tópicos, como que la protagonista se encuentra sola, al principio, después de una ruptura sentimental. Sin embargo, el final es raro, porque, aunque la detective tiene la última palabra, que queda expresamente sobre las de la Iglesia, la Medicina o la Ley, algo habitual en la novela negra, resulta chocante dada la personalidad de la protagonista.


P. Lo que sí se puede considerar es una excepción en el panorama de la novela española.
R. Sobre todo, porque no hay apenas apuntes de narrativa policiaca lésbica, salvo las obras de Lola Van Guardia [seudónimo de Isabel Franc], que protagoniza la detective Enma García. Pero la sorpresa principal que me llevé fue que Brocheta de carne estaba escrita por un hombre, con lo que no sé si se podría incluir expresamente en el apartado de literatura lésbica [risas].